Un libro escrito por Juan Andrés Medina Landa

"Cuando se nos hace imposible conseguir algo, ocurren cosas que cambian el rumbo de la situación..."

lunes, 6 de agosto de 2012

Capítulo 1: Las dos marcas


6:30 pm. El sol comenzaba a descender, dejando en su camino todo un día de  ajetreadas  historias,  miles  y  miles  de  historias.  Por  otro  lado,  la  noche comenzaba su camino. Aquel camino que culminaría con la puesta en escena de la luna misma, de aquella bola gigante, blanca que se despega desde no sé donde y se eleva hasta  la inmensidad del cielo para nosotros, hasta la inmensidad del universo para cada planeta, para cada galaxia, para cada partícula diminuta que puede existir en ese espacio negro y vacío, del cual solo el ser humano podría, tal vez, conocer un 10%.

Ciudad de Harley. Cada persona ha salido ya de su trabajo. Culminó la discusión con  el jefe o con la jefa. Ya no hay más tareas que cumplir en ese período de tiempo impuesto por el superior de uno. Puede que la máquina de café haya que reponerla; con tantas tasas y tasas  que los empleados consumieron en todo el día laboral, puede que la máquina se encuentre abandonada, limpia en su interior. Para el momento puede que estas personas, agotadas, exhaustas de ese día matador, se encuentren en el tráfico de todos los días. Colas y colas infinitas que se expanden por toda la ciudad. Es claro que no pueden ir de una buena vez a sus hogares, muchos de esos hombres, de esas mujeres, deben recoger a sus hijos de los  colegios,  preescolares. Hijos e  hijas mayores, evaden de alguna manera que los padres los  recojan, ellos prefieren adentrarse a las calles de ciudad, prefieren cruzar el límite fronterizo  que está después de la puerta de la entrada a la universidad. Solo deben abrirla, poner un pie afuera, luego el otro, a continuación el cuerpo completo. Al fin, fuera de la tortura, al menos por lo que resta de ese día.

No en todos lados las rutinas diarias se convierten en esto, ni tampoco llegan a concluir en todas estas historias independientes, pero que al fin y al cabo

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terminan por encontrarse en un mismo lugar, un punto común llamado: hogar,
lugar en el cual, reviven anécdotas, conflictos, asumen roles diferentes a los que ocupaban fuera de la casa. El señor que trabaja en la empresa como cantinero se convierte en padre, la madre que hace de transportista escolar pasa a ser mamá y aquellos jóvenes que pasaron el día entre estudios, amigos y nuevas experiencias, se convierten en los hijos, en aquellos modelos futuros que mantendrán un nuevo hogar, con una nueva familia, una nueva y gran responsabilidad.

Como venía diciendo, no en todos lados las historias tienen ese mismo centro  de   semejanza.   Existen  pueblos,  en   donde   las   vidas   no  son tan complicadas, donde las personas no se ven tan expuestas a cuestiones negativas como robos, malos ratos entre otros.

No obstante, se venga de la ciudad, de las afueras o de un pueblo, todas
las personas continúan coexistiendo, girando en torno a un objetivo: vivir.

¿Cómo se podría explicar tal expresión? ¿Cómo el ser humano podría despertar los instintos que le ayuden a conseguir tal hazaña? Lo cierto es que nos topamos con la vida todo el tiempo: en la manera en la que solemos caminar, en nuestra manera de interacción con los que nos rodean, en las decisiones que se toman.

Decisiones van y vienen, caen del cielo como gotas en un día lluvioso, tormentoso.  El  punto  débil  de  la  situación  es  reconocer  aquellas  decisiones importantes, como también las insignificantes, aquellas decisiones que de una u otra forma, de corto o largo plazo,  terminan  definiendo nuestro destino, nuestro camino en la vida. Y es que si nos ponemos a ver, el destino no es como dicen: “El destino está determinado”. No, la verdad es que el destino lo forma cada persona

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con sus acciones, sus decisiones, con sus maneras de ver la vida y en la cual la
trata. El destino es lo que uno quiere que sea.

El campo se tornaba oscuro, todo parecía muy complicado para ella, quien corría, corría y corría sin poder parar. El camino de asfalto había culminado, ahora la chica se adentraba entre el monte. Con tal velocidad no era posible dispersar con las manos, ni los brazos la cantidad enorme de ramas que se le venían a la cara, solo podía optar por apartarlas tan solo con su mismísimo trayecto. Así al llegar  a  un  pedazo  baldío  pudo  elevar  su  mano  derecha  y  tocarse  la  cara, analizando rasguño por rasguño ocasionados por las ramas que se llevo en el camino. No era una inspección que podía hacer con delicadeza y cautela, ella no podía parar, no podía tomar un aire fresco para aquellos pulmones que lo pedían a gritos. Unos cuantos minutos  antes se había recogido el cabello, el cual había atado como una cola de cabello por medio de una cinta negra.

Observó el cielo. Pudo ver perfectamente las estrellas iluminadas en él. También analizó la luna, brillante como ella sola. La mujer no necesitaba de más luces que esa, podía visualizar el camino perfectamente. Echó un vistazo hacía lo que tenía atrás, no observó nada anormal, pero en el fondo sabe que no puede confiar en las cosas visibles que están a su  alrededor. Es necesario que ella continúe. Por esta razón reanuda la velocidad que hasta hace cinco minutos había llevado.  Sus  zapatos,  pantalón  y  camisa  cuyos  colores  coincidían  en  negro, estaban empapados, días antes había llovido a reventones y era de esperar que toda esa maleza estuviese inundada.

Finalmente, la chica consigue llegar a un árbol imponente que se erguía ante la diminuta imagen de la fémina.

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-Ante el cielo y la tierra, una puerta ha de haber. Que se abra aquella que debajo de mi debo tener.

A continuación, un pedazo de suelo comenzó a quebrarse en el sentido de las agujas del reloj hasta formar un círculo deforme, este se desplomó, y pasando del estado físico a una especie de nube polvorienta, desapareció. En el camino de la mujer quedó un agujero negro, cuyo interior revelaba unas escaleras de piedra. Ella, muy agitada y nerviosa al mismo tiempo, miró a su alrededor, como en un estilo  de  análisis  y  caminó  lentamente  hacía  las  escaleras.   Mientras  iba descendiendo su silueta se hacía cada vez más borrosa. Se escuchó, por última vez su voz: -cerrad. La nube polvorienta que se encontraba suspendida en el aire descendió, convirtiéndose nuevamente en tierra y tapando la puerta que para el momento había estado descubierta.

**


¿Dónde estoy?
¿Quién soy?

Eres Emil, estás en este lugar por un único motivo.
¿Emil? ¿Así me llamo? Qué motivo podría ser ese… Estoy muy asustado. Todo está oscuro y…

El motivo debes descubrirlo por ti mismo. Además, todo llegará en su
debido momento. Lo único que nos queda es esperar
¿Esperar que? Ya no quiero estar aquí.

No te puedo decir más nada Emil. Lo único es que debes recordar
esto: “Solo el reflejo de luz indica el camino hacia…”

¿Hacia donde? – pedía el niño desesperado.

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La  voz  no  se  escuchó  más,  todo  quedó  en  un  silencio  rotundo.  Se
encontraba en la habitación oscura, al menos así la denominaba él. Era un lugar vacío, repleto  de pura oscuridad, tan solo por una pequeña luz que lo podía iluminar desde arriba. Comenzó a escuchar aquella voz, al menos durante aquella oportunidad; de resto la escuchaba  todo el tiempo que entraba en aquel lugar. Todo era muy repetitivo. Después del diálogo entre Él y la persona desconocida, el levantaba su brazo derecho y lo observaba. A continuación  comenzaba lo duro. Empezaba sentir un dolor incontenible en su ante brazo, como si algo lo quemara, como si algo le derritiera la piel, creando la forma de algo.

Era tal el dolor que Emil terminaba tirado en el suelo, desmayado, sin poder contar con su alma, la cual se encontraba fuera de Él, para allí en frente de su cuerpo,  mirándolo  de  la  cabeza  a  los  pies  y  repitiéndole  constantemente  – despierta, despierta, despierta.

El brazo de Emil comenzó a adquirir tensión, tal cual como si hubiese estado todo  ese momento haciendo una especie de ejercicio con él. Las venas brotaban,  hasta  el  punto  que  se  podía  apreciar  en  su  muñeca  de  la  mano izquierda el pulso. El pum, pum, pum de sus latidos era cada vez más fuerte. Al cabo de unos cuantos minutos todo el dolor había sanado, su cuerpo era el mismo y su alma había regresado a su débil fisionomía, ya no lo estaba mirando de forma analítica, criticadora, pero al mismo tiempo esperanzadora por el cadáver que yacía  en el piso, en aquel piso neutro, oscuro, sin ningún aliento de energía positiva. Todo estaba bien a no ser por su ante brazo derecho: tenía una marca. Una marca que venía representada por dos triángulos opuestos, como si la punta de  cada  uno  de  ellos  señalara  hacia  dos  direcciones  opuestas.  Ambos  eran idénticos, a diferencia de que uno de los dos triángulos estaba lleno de tinta negra. El otro solo estaba bordeado.

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¡Émil debes levantarte! – Una voz de mujer lo llamaba muy en el fondo.

Unos  cuantos movimientos en  su  cabeza  bastaron  para  despertarlo  de aquel sueño en el que se conseguía inmerso.


Creo que volví a tener la misma pesadilla.

Estaba en aquel lugar oscuro, abandonado. Solo mi presencia y la de otra voz. Luego siento que me desmayo y cuando vuelvo a tomar consciencia esa cosa está en mi brazo derecho, pero no logro definir su forma. Es como si fuera un tatuaje pero… Hijo basta. Sabemos que es tu pesadilla. El doctor te dijo que eso es por la presión de los estudios, la televisión, ¡las horas en las que te acuestas! Debes descansar. Tu padre y yo te lo hemos dicho tantas
veces…

Lo sé, lo sé

Emil era como todos, como todos los jóvenes de su edad. Con energías, ganas por la vida, con planes a futuro y para el presente. Su sueño era culminar la universidad, convertirse en un gran médico y poder brindar su ayuda a los más necesitados, pero siempre había tenido una interrogante en su vida: ¿Qué había sido de sus padres? Desde el día del accidente había  olvidado lo ocurrido, no podía recordar, cómo, cuándo ni por qué de lo que había pasado aquella noche.

Sus  padres adoptivos lo eligieron entre muchísimos otros del orfanato. A ellos les  había  parecido un tanto especial su elección, sabían que habían dado con el clavo suelto. Mary y Hanz no hacían el papel de padres por primera vez; ellos tenían un hijo dos años mayor que Emil, su nombre era Bary. A diferencia de Emil, siempre fue muy receloso. No había soportado el  hecho de que otro niño

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formara parte de la familia. Se sentía como perro cuando invaden su espacio: a la
ofensiva, dispuesto al ataque. Sin embargo, con el paso del tiempo Emil se fue ganando la confianza tanto de sus nuevos  padres como la de Bary. Incluso ya era digno de llevar el apellido Trosky

Los cuatro vivían en una casa ubicada a las afueras de la ciudad. Era un hogar de dos  pisos: en el primero, después de cruzar la puerta de entrada, se podía visualizar a mano derecha la sala de estar, donde la familia se sentaba a compartir entre ellos o con las personas que iban a visitar a la familia Trosky. Si se atravesaba la sala y se caminaba un poco más allá se podía entrar en la cocina, cuyo estilo era muy moderno y acogedor. En la parte central del  primer piso estaba la escalera para subir al próximo. Al llegar al segundo nivel, había tres habitaciones y dos baños. A juzgar por el tamaño de los cuartos, era de esperarse que la habitación de Mary y Hanz fuese la más lujosa tanto en objetos como en espacio, a diferencia de la de Bary y Emil, las cuales eran pequeñas, pero muy bien distribuidas.

Emil es de contextura no muy grande, si acaso llegaba a la estatura de 1 metro  sesenta  centímetros. Era flaco, pero no estaba dotado de músculos, al menos no lo suficiente para ser observado por las chicas de su universidad. Su cabello… no tenía, cada vez que le crecía el optaba por cortárselo un poco más
largo que el estilo militar.


Bary, ¿Qué escuchaste de mis padres?

No  mucho.  Murieron  en  aquel  asalto durante  tu  reunión  del
cumpleaños número cinco. Entraron unos ladrones y robaron todo. No solo con  eso, los ataron y sentaron en el suelo, sin opción a dirigir ni una sola palabra. Al menos esos son los cuentos que mis

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padres me han contado, que supongo que es lo mismo que tú sabes,
por lo que en verdad no tendría nada nuevo que acotar. Pero si podría  decirte  algo: deberías dejar de pensar en eso, tienes una familia que te quiere, que te aprecia, que estaría para ti en cualquier momento. Deja el pasado donde tiene que estar y vive tu presente,
constrúyelo para el futuro.

Tienes  razón  Bary,  pero  sigo  pensando  que  algo  más  tuvo  que
ocurrir, nadie más me dice cosas que ya yo sepa, siempre es la misma  historia, el mismo cuento. Es decir, no es que no quieran decirme más nada, sino que pareciera que no supiesen, en verdad, más  nada.  Nunca  se  supo  de  los  asesinos,  no  dejaron  huellas, pistas, testigos. Ni siquiera llegaron a dar indicios entre las personas de  la  ciudad.  Supongo  que  es  mejor  hacerte  caso.  Ya  viene  mi cumpleaños número 20, no puedo desaprovecharlo.

Con una risa en su rostro Emil se alejó, montándose en el autobús que lo dejaría frente a su universidad. Iniciando así otro día más de la rutina.

***

La  luna  llena  estaba  puesta,  esta  vez  ocupando  su  lugar  máximo,  su apogeo  indiscutible. Su mirada no estaba fijada en la maleza por la que corría aquella mujer al comienzo de la noche, tampoco estaba colocada en el hogar de la familia Trosky. Para este momento, solo se concentraba en las aguas del mar.

Aquel lugar, el mar, se podía ver identificado por la mezcla de dos colores. En primer lugar, un azul verdoso ubicado desde la orilla de la playa, hasta unos cuantos metros hacia la profundidad, donde se mezclaba con el segundo color: un azul marino sin duda alguna. El cambio de color no solo representaba el lado claro

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del lado oscuro del mar, sino que simbolizaba que en el territorio azul marino,
había mucha más profundidad, muchísimas cosas, especies, especies dentro de las cuales había un sinfín descubierto, sin embargo, lo sobrepasaban en cantidad aquellas criaturas u  objetos no identificados para el momento. A decir verdad, nunca se ha podido identificar en un 100% los especímenes ubicados en lo más profundo del mar.

Ahora  bien,  acompañando  a  estos objetos y  seres  vivos  a  los  que  se reconocen  por  el  nombre  de  peces,  estaban  las  cuevas,  muchas  de  ellas habitadas  por  estos   cuerpos  vivientes,  otras  habitadas  por  conductos.  Sí, conductos que daban con direcciones muy variadas, pero que de las cuales solo una iba directo a aquel resguardo, hacia aquella guarida donde se ocultaban ellos.
Pero ¿Quienes eran?


Nos estamos acercando a la base.

¿Cómo puedes saberlo Medwin?
Amigo, recuerda que identifico zonas específicas, mis sentidos nunca
fallan, tampoco mi gran habilidad para este tipo de cosas.

¿Cómo es El? digo, supongo que alguna vez lo has visto ¿o no?
A decir verdad, mi amigo y nuevo colega, no. Nuestro jefe solo se muestra  en   ocasiones  extraordinarias  como  esta.  Estamos  en tiempos  difíciles  y  mientras  más  personas  podamos  reclutar  es mucho mejor para uno. Claro, no personas ordinarias, me refiero a personas como tú, como yo, como El.

Medwin y el joven habían abandonado la orilla, sus pies ya no se hundían
en la arena blanca y suave; esta vez iban a bordo de un bote, no de aquellos con

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motor y que van a millones de kilómetros por hora, sino aquellos botes de remo,
sí, de remo.

Habían cruzado el agua clara, ahora se adentraban a lo que era el límite entre esta y la oscura. Deberían bajar del bote, sumergirse unos cuantos metros de  profundidad  y  hallarían  la  entrada.  En  ella,  el  pobre  joven  quedaría  a  la intemperie, abandonado en lo oscuro, en lo desconocido para El. Era obvio que no conocía el camino, aun  no era miembro de esa sociedad como para saber la ruta exacta. Sin embargo, estaba con la compañía de Medwin, experto en determinar las rutas hacia lugares determinados, específicos.

Había llegado el momento de sumergirse


Amigo necesito que tomes todo el aire que sea posible, una vez que
estemos allí adentro, podrás respirar tranquilamente. Pero recuerda, debes esperar mi señal, de lo contrario, botarías el aire y morirías allí abajo. Vamos, a la cuenta de 3, 2, 1 ¡AHORA!

Ambos se hundieron, Medwin, quien iba primero, iba halando de la pierna al inexperto, al hasta el momento no-miembro de aquella sociedad. Llegaron como a un tipo de roca gigante, como a una cueva cuyo pasadizo era invisible. Medwin se mantuvo frente a la roca, levantó el  brazo hacia en frente y a la altura de sus hombros y, a continuación, abrió completamente su mano; los dedos no estaban juntos, al contrario, separados unos de otros a distancias casi  exactas. Medwin cerró los ojos y mantuvo su posición por unos cuantos segundos.

Para el miembro de la sociedad era ya de rutina tal procedimiento, pero para  su  acompañante  no  lo  era  para  nada.  Su  capacidad  para  mantener  la respiración comenzaba a colapsar. El temblor comenzó desde los dedos de sus pies hasta la cabeza. Empezó a golpear  a Medwin para darle señales que no

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soportaría por más tiempo. Para su sorpresa, vio como el agua que presionaba a
Medwin comenzó a expulsar o a convertirse en una especie de humo, tal cual
como si el agua alrededor de Medwin se evaporara dentro del mismísimo mar.

La roca gigante finalmente comenzó a abrirse, fue entonces cuando Medwin y su compañero, casi desmayado, ingresaron en tal estructura. De una cachetada el joven entró en  razón nuevamente. Frente a ellos tenían alrededor de ocho
conductos, cuya forma era similar a la de unos tubos gigantes.


Es por el tercero de derecha a izquierda. Dijo la voz del experto.
Espero que  estés en lo  cierto  Medwin.  ¿Cuándo  regresaré  a mi casa? Con mis amigos, mi familia. Ya no quiero seguir aquí.

Debes  entender  James  que  no  volverás  así  como  así  a  tu  vida
cotidiana. Te hemos elegido por tus dones. Es  obvio que no los conoces, no has recibido el toque del jefe. Si estás con nosotros es por una misión, una misión que se nos asignó a todos. Ahora calla, no debería decirte más, esa es la parte de Borka.
¿Quién es Borka? Todo esto debe ser un sueño, claro que sí. La voz del   hombrecito  comenzaba  a  sonar  preocupada,  desesperada. Incluso, el conteo  de los latidos de su corazón se habían tornado incontables. Todo era muy  extraño. ¿Qué dones tenía? ¿De qué estaba hablando Medwin? Era claro que el único don que el conocía, era el don de estudiar, cumplir órdenes de sus padres, vivir su vida. Más nada.

Al final del pasillo interminable dentro de aquel túnel, se encontraron con una puerta de acero. Medwin sacó una llave que llevaba colgada en su cuello y se incorporó a introducirla en la ranura. Se podía escuchar como cada diente cedía

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ante la forma de la llave. Una vez todo en su lugar, comenzó a girarla: una, dos,
tres vueltas, la puerta se abrió ante el equipo.

En frente se abría muchísimo más el espacio para caminar. Tenían una suerte de  camino, construido de piedras y a los lados del mismo tenían agua salada. Las paredes del lugar también estaban constituidas por piedras. En cada lado de las dos paredes habían antorchas una seguida de la otra, como una fila completamente  calculada,  no  se  podía  distinguir  a  simple  vista  si  había  una antorcha más arriba o más abajo que la otra, incluso, tampoco se podía medir si existía alguna cercanía o lejanía de más entre cada una de ellas.

Eldon y Medwin comenzaron a caminar, esta vez con mucha más calma. Eldon no llegó a saber si era producto de los nervios o de la ansiedad que tenía de salir de ese lugar, pero lo  cierto es que los ojos le habían señalado aletas que sobresalían  entre  el  agua.  No  eran  aletas  comunes,  estas  tenían  forma  de cuchillos  elaborados  para  picar  carne.  En  lo  que  Eldon  giró  la  cabeza  para deslumbrar mucho mejor aquellas figuras, todo había desaparecido. Debió pensar
que eran cosas, alucinaciones de su mente.


Medwin, bienvenidos. Veo que has dado con el joven.

Una figura había pronunciado algunas palabras desde el sillón ubicado, justamente, al final del camino.


Mi  señor.  Arrodillándose,  Medwin  saludó  respetuosamente  a  ese
hombre. – Le he traído a Eldon, como me lo ha indicado. Estos días he estado desconcertado. No logro entender el llamado de emergencia que nos ha hecho. Me encontraba en mi casa en el momento que vi la señal. A decir verdad, ese pájaro negro asusta en gran medida, su tamaño es imponente ¿Sabe? No es nada común

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levantarse  en  la  madrugada  y  ver  tal  criatura  en  la  ventana  del
cuarto. El pájaro al ver que me había levantado ante su presencia, revoloteo y se fue. Fue entonces cuando reapareció la marca en mi mano izquierda. Supe inmediatamente que había llegado el momento.
Medwin no me trates de “usted”, sabes que puedes llamarme por mi nombre Borka. Disculpa a Flax, no tiene la culpa de ser un ave tan grande, con aquellas  a las inmensas y sus ojos blancos como las nubes. El motivo de mi llamado es porque estamos bajo alerta. Los Tolls están  con su idea estúpida de mantener el equilibrio, aquel equilibrio  que  los  sabios  lograron  establecer  hace  muchos  años atrás. Ahora bien, todo ese equilibrio se romperá muy pronto, puesto que he enviado a Volker a una misión muy específica. Recuerda que contamos con su apoyo, además no podemos quedarnos sin reclutar gente, los Tolls deben estar haciendo lo mismo.

En ese momento Eldon dio inicio a sus palabras, a las pocas palabras que
podía pronunciar. Era claro que la situación lo tenía en shock, paralizado.


¿De qué dones habla usted? Nunca he sentido energía extra en mi
organismo. Tampoco manifestaciones extrañas que me alejen de la
naturalidad del resto de las personas que me rodean.

El jefe, el señor Borka, se levantó de su asiento. Medía alrededor de casi dos metros de altura. Era de contextura muy fuerte. Por otro lado, su cabello largo y blanco se extendía por su espalda. Piel clara, ojos azules y una curiosa marca en la mano izquierda. Marca que Eldon había visto por primera vez en la mano de

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Medwin. Tal símbolo estaba constituido por un círculo negro y cuatro flechas en la
posición de norte, sur, este y oeste.


No te preocupes joven aprendiz. Iba pronunciando Borka mientras se
acercaba  lentamente al  muchacho.  – es  claro  que  nunca  lo  has experimentado, porque nunca habías recibido mi toque. Pero ahora, sí que lo sentirás -. Borka colocó su mano izquierda sobre la cabeza de Eldon.

Ante tal actuación, Eldon comenzó a sentirse en un primer momento cómodo,  en  paz  con  si  mismo.  Luego,  comenzó  a  experimentar  una sensación extraña, una  energía que se expandía en su cuerpo cada vez más y más hasta el punto de dormir cada parte de Él. Finalmente sus ojos se  abrieron,  rodeados  completamente  de  color  blanco.  Su  mano  tenía plasmada la marca de los Nox.

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